domingo, 11 de noviembre de 2018

La nueva Luz


Impregnó el día con su aroma de luz. Cada rayo era una fragancia de luminosidad. Se esparcía penetrando en cada hendija, ahuyentando todo vestigio de oscuridad. Todo sitio brillaba. El viento parecía llevar la luz hacia otros lugares. Era el perpetuo movimiento de la vida. Las tinieblas se espantaban, sus gritos y súplicas no hacían mella en la inmaculada coraza de la Luz. Ella venía a iluminar y esto no era más que el derrame de su perfume más preciado: el amor.
Donde no hay luz no hay amor. Lo oscuro es siniestro no por su maldad sino por su falta de amor. La oscuridad necesita el regocijo del odio. Ya no podía permanecer, su tiempo había terminado. Regresaba el reino de la Luz.
Cada rayo era una estocada póstuma en el ruin corazón de la miseria, la desvanecía sin lugar a un escape. Hasta las entrañas más recónditas y profundas se llenaban de Luz. Se olía a amor hasta en el abismo del océano. Todo se iba iluminando y cada cosa y cada ser viviente resplandecía. Cada corazón amoroso recibía la Luz y se purificaba. Su alma se elevaba.
Bello mundo bañado en la esencia de lo divino, de lo puro. La Luz es verdadera y no hay verdad sin luz. La luz es vida, amor y libertad. El nuevo sol amaneció en la nueva tierra. Un sol perfecto, cuyos rayos llegan a todo el planeta de forma continúa. Una espiral de Luz que gira alrededor del mundo, abarcando todo rincón. No más noches, no más oscuridad. No más odio. Ahora todo es amor.
La humanidad; esos humanos cuyos corazones, mentes y almas se habían desarrollado para este evento; recibía con gozo lo nuevo. Pero no todos estaban preparados. La iluminación no llega porque si de arriba. Uno debe tomar conciencia de quien es, de lo que es y para que está. Debe reconocer todos sus defectos, sus miedos, sus carencias, sus falencias. Comprender cual es su verdadero ego. Una vez que llega el entendimiento de uno mismo, viene el paso de depurar todas las cosas que nos impiden crecen como seres humanos, vivientes eternos de la vida. Recién después de esa depuración interna, propia y hasta solitaria, porque solo uno se conoce totalmente por dentro. Nadie mas puede vernos en lo más profundo de uno mismo. Y es allí, cuando logramos nuestra luz interna. Es en ese momento en que todo vibra en amor. Que nos hacemos seres amorosos, es cuando si estamos listos para recibir la luz iluminadora del universo. Luz que siempre estuvo, pero que solo ahora podemos ver.
Depende pues de nosotros mismos, y si todos o la gran mayoría puede llegar a su iluminación interna, nos llegara tanta luz que seremos estrellitas brillando por todo el planeta. No debemos esperar que nos llegue nada que nos salve. Hay que ir por la salvación, buscarla y la búsqueda es interna, hasta lo mas hondo de nuestro ser, Si no llegamos hasta lo mas recóndito del alma, sino nos adentramos en esa parte que tenemos oculta, que no queremos ver, no hay luz posible.

Julio Bonanno